Hoy, escribo una carta de adiós. Una carta sin remitente, ni ahora. Simplemente es…. La purga que revela el anacronismo de un sueño del cual nunca debí despertar.
Las palabras parecieran prometernos el camino a seguir, parecieran prometer un fin sin tener siquiera un principio que límite nuestra necesidad, necesidad que se convierte en el sufrimiento de la palabra, no se sufre solo el mundo sino también la palabra que lo nombra. La realidad de lo ambiguo nos remite al hastío de una eternidad subyugada por el imperio de lo nombrado que con una bien escondida fragilidad engaña al hombre que se construyó sobre y por ella.
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