martes, 27 de enero de 2009

EL AGAPANTO AZUL

Busco, busco, sigo buscando…


Cierro las puertas sin mirar a tras, intentando no recordar lo ya vivido. Imposible sofisma de una voluntad agazapada en el ático saturado de mis miedos, de mis sueños. Subo, bajo, camino, miro, me detengo, me siento en el sillón purpura de mi inmediatez, descanso, prosigo sigo, en esta mi casa, mi guarida, mi morada, mi hogar. Creo haberlo visto todo en este lugar… no es así. Siempre, llegan a mí como un rayo de luz alucinante, los más incomprensibles cuadros de un tiempo inexistente. Están en las paredes. No reconozco lo que allí se plasma, solo lo nombro, acaso ¿no me enseñaron hacerlo?, lo hago envuelto por un poder ajeno. Un poder ambiguamente arcaico, que limita mi mundo vital a un mundo ya nombrado. Plagio tras plagio. Que mas da… esa es la esencia de todo el decorado. Solo son escenas de una vida distinta, que evocan la esperanza de una muerte cada vez más próxima. Las miro detenidamente, las acaricio, las olisqueo, paso mi lengua por cada una de ellas, y me consumo por un sabor etílico. La embriaguez golpea mi frente y con él, el acto emético de soñar. Limpio meticulosamente. Todo en bolsas y al ático. Miro hacia la ventana. La observo cuidadosamente. Queda en ella una pequeña mancha que vicia su frágil traslucidez. Me apresuro a limpiarla. Escupo un par de veces sobre un pedazo de trapo viejo y descolorido que me encuentro en el piso. Comienzo a frotar el trapo suavemente sobre aquella mancha, es viscosa y de un azul intenso. No desaparece, por el contrario comienza propagarse su textura y su color cada vez más por aquel cristal. Sigo en vano limpiando. La mancha, termina apoderándose de toda la superficie… me siento en el sillón purpura sin mirar la asida mancha que ahora habita en mi hogar. Vuelvo a observar aquel metamorfoseado ventanal… hay vida en él…la mancha se mueve en olas rítmicas, de arriba a abajo. De derecha a izquierda. En círculos y semicírculos. En su rítmico movimiento poco a poco se va tallando en el centro la forma de una flor. Es un hermoso agapanto. La mancha viscosa se transforma… de ella no queda más que su color. Me dejo hechizar por su hermosura y me arrojo violentamente sobre ella…


Caigo, caigo, sigo cayendo… ahora miro a lo lejos aquella ventana rota donde habitaba el más hermoso agapanto azul….

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